Después de la paliza del volcán, nos tomamos este día como un descanso. Conducimos el coche alrededor de Pucón; nuestro objetivo es visitar la región. Esperamos ver algunas famosas cascadas y aprender un poco sobre los indios de las cordilleras andinas, los mapuches.
Comenzamos visitando los Ojos de Caburgua. Es una confluencia de varios ríos, enclavado en frondosos bosques que se reflejan en aguas azules, azulísimas. Nos impacta mucho el azul que parece irreal, tan rodeado de verde está. Nos entran unas ganas terribles de sumergirnos en el lago pero el baño está prohibido. Nos contentamos con llenar el pozo de nuestra alma con los colores, la espuma y las profundas raíces de los árboles de este lugar.
Aprovechando el coche, rodeamos los Ojos por el paso del Cristo y nos acercamos desde otra perspectiva. Allí encontramos a un muchacho israelí que nos pide acompañarnos. Al parecer, los israelíes son turistas asiduos en Chile, viaje que realizan después de realizar el servicio militar en su país; Chile es una parada tras Perú y Bolivia, y antes de Argentina y el carnaval en Brasil.
Aún nos acercamos a visitar algunas cascadas más, las de Bellavista. Dejamos a nuestro acompañante temporal y nos dirigimos a visitar uno de los lugares mapuches. Es una travesía algo confusa e intuitiva; nos da la impresión de que deliberadamente no se ha señalizado adecuadamente el camino hacia estos lugares mapuches. Cruzamos un precario puente colgante en el que apenas cabe nuestro coche, para gran susto de nuestras chicas y disfrute de Luis y mío. Y perdido en un recodo del camino, por fin llegamos a Rokahue.
Nos atiende una mujer que nos habla mitad en mapuche y mitad en castellano. Nos presenta el tipi en el que se vivía y algunos de las herramientas habituales; cunas, tejedoras, aperos. En las ropas, predominan los tejidos de lana teñidos con cortezas. Vemos también su árbol sagrado, el canelo, y algunos de los instrumentos musicales con los que ejecutan algunos de sus rituales. Aprendemos que las comunidades mapuches, alrededor de treinta en las proximidades de Pucón, se reúnen habitualmente para celebrar y para orar a sus dioses. El culto aún se mantiene y los ancianos dirigen y dan instrucciones a su comunidad.
Sin tiempo para más, dejamos el coche de vuelta en Pucón y cogemos el autobús que nos lleva al sur, al sur, al sur.