viernes, 9 de diciembre de 2011

Llegada a las Torres

Hoy va a ser un día muy largo, porque vamos a hacer tres excursiones con las que vamos a entrar en el Parque Nacional de las Torres del Paine.

Salimos de Puerto Natales muy temprano, desde uno de los antiguos muelles de la ciudad. El barco nos lleva a recorrer el fiordo de la Última Esperanza. El día es bueno, pero algo nuboso. Desde la cubierta del barco, en la que entramos y salimos para esquivar el frío cortante del aire, vemos colonias de cormoranes y de leones marinos. También nos acercamos a glaciares, el más impresionante, el de Balmaceda, donde desembarcamos para dar un breve paseo hasta su lengua. Allí nos explican someramente la mecánica de formación de estos ríos helados y también de su evolución. En los últimos tiempos, todos los glaciares se han ido retrayendo. Ese retroceso nos permite observar los tremendos efectos de su erosión, como morrenas y cuencas que llenan lagos blanquecinos por la “harina” de roca producto del desgaste de la roca.


Comemos salmón en una pequeña hostería con vistas al glaciar que hemos visitado. Comida que se nos repetirá a lo largo del día. En el embarcadero donde encontramos a un pequeño Martín Pescador tomamos una zodiac en la que remontaremos el río Serrano, en una travesía que dura aproximadamente una hora, hasta la entrada del Parque Nacional.

El siguiente paso es movernos en un monovolumen con un guía que, aunque no muy claro, nos permite obtener una vista general del Parque. El vehículo nos lleva primero hasta la morrena del glaciar Grey, donde nos impacta ver flotando icebergs azules de formas imposibles flotando en las aguas blanquiazules. Nos inquieta el frío viento cortante, del que probaremos más en los días siguientes. A continuación, con alguna demora innecesaria, visitamos varios miradores a lo largo del río Paine. Vemos hermosos pájaros, guanacos y hasta una mofeta. También ganamos algunas vistas del imponente macizo de las Torres y una explicación de su origen geológico. Su presencia domina el paisaje y nos abruma. Las fotos que hacemos hablan por sí mismas.


El viaje termina, tras un excitante trayecto por un estrecho puente, en el refugio Las Torres. Es acogedor, pero un poco más impersonal que otros alojamientos puramente chilenos por la presencia de tanto extranjero, mayormente europeo.