Nada más entrar al restaurante Vinilo, en el cerro Alegre, nos invitan a tener paciencia. Está decorado de manera original y suena música de tocadiscos. Hay entre las mesas una barra de mármol en la que varias parejas conversan. Dudamos si quedarnos, porque nos dicen que está lleno. Nos lo habían recomendado así que decidimos acertar y nos sentamos en la barra con el resto de parroquianos.
Estamos sentados en fila y frente a nosotros tenemos a un chileno y a su mujer americana, junto a una amiga rusa de ambos. Comienza una conversación. Hablamos de muchas cosas; de la herencia española, de los inmigrantes, de la crisis, de la vida en uno y otro lugar. De la lucha entre Argentina y Chile, de la pugna por el agua dulce que arranca en la Patagonia. Y del fútbol, por supuesto. El chileno se llama Pato y es, como dice Luis, una wikipedia andante. Nos abruma con su conocimiento de fechas y lugares.
Nos vemos transportados al verdadero Valparaíso con sus historias y sus gentes. Descubrimos que en el interior aún se conserva el habla andaluza de los muchos inmigrantes sureños de España. Carolina entabla conversación con una pareja de ancianos franceses, cuyos antepasados tuvieron que huir durante la guerra civil por ser republicanos. La camarera, María, se une y nos cuenta de su vida en Valparaíso. Es burgalesa, el mundo en un pañuelo.
Aprendemos que hubo un tiempo en el que, debido al toque de queda, las personas que querían salir de marcha no podían regresar a sus casas antes del amanecer, y que esto dio nombre a las llamadas "fiestas de corrido", dentro de los bares cerrados. Hablamos también con el cocinero, que nos invita a visitar su perfil en facebook. Y finalmente, vemos cómo pasan las horas tomando cerveza y pisco sour entre historia e historia.
Cuando por fin nos dan una mesa, el ambiente es mágico. Todos los que entran o salen del bar saludan y nos sentimos a gusto . Carolina, con ardor y pasión, nos deja otra frase sobre la que discutimos y reímos; la palabra clave de la inspirada frase es pelandusca. Pero eso es otra historia.
Posdata: Caro y Lurdes cenan Mahi-mahi, el pescado típico de Isla de Pascua. Luis cena salmón sobre té ahumado e Ismael, carne arrollada. Entrantes, queso de cabra y ceviche. Postre, brownie de chocolate.
Este es el blog en el que los cuatro viajeros -Lourdes, Carolina, Luis e Ismael- van a relatar sus experiencias de viaje por este bello país sudamericano, durante sus vacaciones navideñas de 2011
lunes, 28 de noviembre de 2011
ÚLTIMO PASEO POR SANTIAGO
Hoy el objetivo es ver Santiago. Empezamos el día más tarde de lo esperado. Nos despedimos de Nacho, el dueño del hostal, un hombre agradable que siempre tiene un rato para charlar con sus clientes. Salimos hacia metro República y desde allí recorreremos el camino de vuelta a través de la ciudad.
El barrio Brasil es amplio y tranquilo, lleno de negocios de repuestos de coches, herramientas, muestra que no es un barrio "bien" pero que tiene un toque agradable, primaveral. Vuelve a todos el recuerdo de Málaga, las jacarandas, los parques de albero, parece que volvemos a nuestra juventud. Pasamos por unas calles muy típicas, Concha y Toro, adoquinadas y con casas palaciegas de diferentes decoraciones, medieval, modernista. Aunque Santiago puede parecer en ciertos casos monótona, a veces nos encontramos con rincones especiales, como las calles París y Londres, un cachito del viejo mundo en el centro de Santiago. Allí son nuevamente los adoquines, las calles con curvas y las pequeñas plazas lo que las diferencia del resto de la ciudad.
Volvemos al centro cívico, nos queda por visitar la parte más histórica que ya vimos ligeramente la primera noche. El palacio de la Moneda está cerrado al público porque el presidente Piñera se nos adelantó y lo tiene hoy ocupado. Subimos el cerro de Santa Lucía, un montículo lleno de entretenimientos, actividades, fuentes monumentales, miradores, nos divertimos recorriéndolo todo. Bajamos hacia calle Lastarria, otro lugar especial y diferente con mil restaurantes con encanto. La plaza de Armas es el centro neurálgico de la ciudad, allí todos los edificios tienen una historia, la catedral, museo, Ayuntamiento. Y el centro de la plaza está lleno de vida, el kiosko está a rebosar de gente que participa un torneo de ajedrez, otros observan, los predicadores cuentan una versión personal del apocalipsis o intentar convencer al pueblo de su conversión, gente que pasea, turistas, ciudadanos... Es pura vida lo que se respira aquí.
El plan es comer en el mercado central, un lugar en el que se mezcla la tradición y la modernidad, el ambiente de un mercado de abastos y los restaurantes turísticos donde se sirve sobre todo pescado. Allí nos dividimos, Caro y Luis quieren visitar el poblado de los dominicos, quizá la mayor feria de artesanía del país, e Isma y yo preferimos comer en un restaurante de la zona y descansar un poco los pies. Aprovechamos para empezar a probar platos chilenos, como el caldillo de congrio, el manjar preferido de Pablo Neruda, y el congrio frito. El sitio es pequeño, poco turístico, algo sucio, acogedor y sirve muy buena comida. Disfrutamos del descanso, de las bromas y la conversación del camarero(en general es difícil encontrar a algún chileno que no sea simpático), de brindar con los que ocupan la mesa junto a nosotros. Poco a poco vamos cogiendo cariño a este país.
El último rato antes de la partida es para un último paseo, visitar algún que otro edificio muy antiguo (s. XVII-XVIII) de la época colonial y vuelta al hotel, recoger las maletas y marchar hacia el nuevo destino, Valparaiso.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)