lunes, 28 de noviembre de 2011

ÚLTIMO PASEO POR SANTIAGO

Hoy el objetivo es ver Santiago. Empezamos el día más tarde de lo esperado. Nos despedimos de Nacho, el dueño del hostal, un hombre agradable que siempre tiene un rato para charlar con sus clientes. Salimos hacia metro República y desde allí recorreremos el camino de vuelta a través de la ciudad.

El barrio Brasil es amplio y tranquilo, lleno de  negocios de repuestos de coches, herramientas, muestra que no es un barrio "bien" pero que tiene un toque agradable, primaveral. Vuelve a todos el recuerdo de Málaga, las jacarandas, los parques de albero, parece que volvemos a nuestra juventud. Pasamos por unas calles muy típicas, Concha y Toro, adoquinadas y con casas palaciegas de diferentes decoraciones, medieval, modernista. Aunque Santiago puede parecer en ciertos casos monótona, a veces nos encontramos con rincones especiales, como las calles París y Londres, un cachito del viejo mundo en el centro de Santiago. Allí son nuevamente los adoquines, las calles con curvas y las pequeñas plazas lo que las diferencia del resto de la ciudad.

Volvemos al centro cívico, nos queda por visitar la parte más histórica que ya vimos ligeramente la primera noche. El palacio de la Moneda está cerrado al público porque el presidente Piñera se nos adelantó y lo tiene hoy ocupado. Subimos el cerro de Santa Lucía, un montículo lleno de entretenimientos, actividades, fuentes monumentales, miradores, nos divertimos recorriéndolo todo. Bajamos hacia calle Lastarria, otro lugar especial y diferente con mil restaurantes con encanto. La plaza de Armas es el centro neurálgico de la ciudad, allí todos los edificios tienen una historia, la catedral, museo, Ayuntamiento. Y el centro de la plaza está lleno de vida, el kiosko está a rebosar de gente que participa un torneo de ajedrez, otros observan, los predicadores cuentan una versión personal del apocalipsis o intentar convencer al pueblo de su conversión, gente que pasea, turistas, ciudadanos... Es pura vida lo que se respira aquí.

El plan es comer en el mercado central, un lugar en el que se mezcla la tradición y la modernidad, el ambiente de un mercado de abastos y los restaurantes turísticos donde se sirve sobre todo pescado. Allí nos dividimos, Caro y Luis quieren visitar el poblado de los dominicos, quizá la mayor feria de artesanía del país, e Isma y yo preferimos comer en un restaurante de la zona y descansar un poco los pies. Aprovechamos para empezar a probar platos chilenos, como el caldillo de congrio, el manjar preferido de Pablo Neruda, y el congrio frito. El sitio es pequeño, poco turístico, algo sucio, acogedor y sirve muy buena comida. Disfrutamos del descanso, de las bromas y la conversación del camarero(en general es difícil encontrar a algún chileno que no sea simpático), de brindar con los que ocupan la mesa junto a nosotros. Poco a poco vamos cogiendo cariño a este país.

El último rato antes de la partida es para un último paseo, visitar algún que otro edificio muy antiguo (s. XVII-XVIII) de la época colonial y vuelta al hotel, recoger las maletas y marchar hacia el nuevo destino, Valparaiso.  

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