domingo, 27 de noviembre de 2011

ISLA NEGRA


Pasan los minutos y poco a poco nos vamos poniendo más nerviosos, no sabemos si encontraremos un medio de transporte para llegar a Isla Negra a tiempo para ver la casa. Ésta es la más conocida y visitada de sus tres casas y conseguir una reserva para entrar es bastante complicado, hubo que hacerlo con un mes de antelación.

Volvemos sobre nuestros pasos en el metro y nos dirigimos a la estación principal en Alameda. Allí nos desplegamos en grupos con el fin de encontrar la compañía que antes nos dejaría en el destino. Bingo! Línea Azul sale pronto, en 10 minutos, llegaremos tarde pero allí estaremos. Nos montamos en el bus, con hambre, algo de sueño, y unido al solecito que entra por los ventanales, nos dejamos llevar a un dulce sueño. Al bajarnos en Isla Negra salimos corriendo, sin billetes de vuelta a Santiago a pesar de todas las recomendaciones que nos hicieron de comprarlos tan pronto llegáramos al destino.

Los responsables de las visitas nos dejan unirnos a un grupo y por fin respiramos tranquilos. Sin embargo la casa está repleto de gente en todos los rincones, jardines, miradores. No se respira la calma y la magia que nos embargó en la visita de la Chascona.

La casa de Isla Negra es muy especial, se nota que Neruda puso mucho empeño en su decoración. Destacan sobre todo los mascarones, cada un tiene su nombre, su historia, llego hasta allí en unas circunstancias. Además otros objetos especiales y únicos la decoran: máscaras, barcos dentro de botellas, pequeños demonios traviesos, mapas terrestres, un caballo de papel maché, etc. Los ventanales abiertos al mar ocupan todas las estancias, cualquier habitación, dormitorio, estudio o comedor, fue creada mirando hacia él. La visita es interesante pero quizá la primera nos gustó en general más. Demasiada gente para sentir lo que Neruda sentía trabajando allí, viviendo en ese entorno tan especial. Últimos momentos para ver la tumba de Pablo y Matilde y dejamos el lugar.

Como nos avisaron, era conveniente comprar los billetes a Santiago lo antes posible, y a estas horas ya no quedaban opciones para volver. Cogemos un bus que recorre los pueblos de la costa, intentando probar mejor suerte en El Tabo. Aquí tampoco es fácil, pero parece ser que podremos volver por parejas a horas diferentes. Es la mejor opción, y la única. En el recorrido de vuelta apreciamos el paisaje, vemos que son pocas las diferencias con nuestra ciudad, Málaga. La vegetación, la orografía, aquí lejos de la alta montaña encontramos muchos parecidos.

Seguimos sin comer, y nuestro único objetivo de vuelta a Santiago es sentarnos y disfrutar de una buena cena. El bus nos deja en Bellavista de la Florida y desde allí al barrio de Bellavista tardamos poco. Acabamos entrando en un lugar con buena pinta, del que nos cuenta la guía que fue uno de los favoritos de Neruda. No hay mejor final para este día. El sitio se llama Galindo. La cena resulta dispar, algunos platos nos gustan más que otros. Aquí probamos el choclo entre otros y nos gusta. Repetiremos. También hemos comprobado que algunas cervezas no están buenas.

La vuelta al hotel es a pie, porque no estamos lejos y porque el metro no funciona a partir de las 11. No hay problema, es el último esfuerzo del día. Ahora a descansar.

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