martes, 29 de noviembre de 2011

Paseando por Valparaíso


Estamos detenidos en mitad del Museo a Cielo Abierto, entre las calles serpenteantes que caen al mar. En Valparaíso. Estamos tomando unos sandwich calientes, y jugos y batidos. Nos refrescamos y descansamos. Y es ahora cuando podemos, en mitad del descanso, echar la vista atrás y recordar el día precioso que hemos vivido.

Venimos de las calles Ferrari y Yerbas Buenas, bajando del cerro Florida al que llegamos recorriendo la panorámica avenida Alemania. Esta avenida baja y sube por varios de los cerros más pintorescos de la ciudad, siempre con la bahía en el centro del objetivo. Las casas en Valparaíso son multicolores y heterogéneas, altas y bajas, sucias y viejas en su gran mayoría. Y están diseminadas por muchos, muchos cerros que rodean la bahía y van más allá. Las calles que las comunican tienen pendientes absurdas y escaleras de colores que cruzan las lomas rizadas, otorgando un especialísimo aroma, inodoro, a la ciudad.

Antes de abandonar la avenida Alemania visitamos la Sebastiana, la tercera casa de Neruda. Domina la ciudad ondulante y sus calles empinadas, ascendentes y despeñadas como ninguna. Es un recinto tranquilo con unas vistas magníficas. El nombre de la casa es en honor a su primer dueño, un español. Paseamos por sus habitaciones verticales que nos ofrecen una vista al mar cada vez más grande y azul. La casa se visita con audioguía y la voz de Neruda resuena en las paredes. A mí me impresiona uno de sus cuadros. Como en las otras, un bar es el punto de reunión con sus amigos. Lástima que nosotros no podamos tomar nada. El sillón de Pablo, la Nube, sigue esperando al poeta y a sus reflexiones.

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