sábado, 26 de noviembre de 2011

Y primera noche

En el área internacional del aeropuerto de Lima conocimos a un parlanchín bonaerense que nos metió el miedo en el cuerpo por la cancelación de aviones debido a la ceniza volcánica. Pero nuestro vuelo salió sin incidentes. Se nos hizo, eso sí, muy pesado, debido a la acumulación de horas. Cuando llegamos a Santiago, habíamos dormitado ya media docena de veces en el avión. Cogimos un taxi furgoneta y aparecimos en el bed & breakfast. Caro y Luis en la casa principal, Lourdes e Ismael, a la casa de enfrente en el cuarto de una señora que bien podría ser cualquier vecina.

En esta primera tarde intentamos matar el jet lag, o al menos cansar las piernas lo suficiente para dormir sin problemas después de tanto viaje. Las calles de Santiago me recuerdan un poco a las de Málaga; algo sucias y desangeladas, los edificios, incluso los singulares, me parecen monocordes y simples. Las montañas cercan la ciudad y las colinas que sombrean la zona urbana ofrecerán unas vistas espectaculares sin duda. Tendremos ocasión de comprobarlo en los días que siguen. Nuestro caminar nos lleva a la Plaza de Armas, el centro del casco antiguo, poco más que un espacio arbolado que aprovechan un grupo de Indignados y un predicador. Muchos perros sin dueño y algunos carabineros de más. Paseamos hasta que cae la noche, más tarde que en España, y con una temperatura perfecta. Si hace este tiempo durante todas las vacaciones, lo vamos a disfrutar mucho.

Para rematar, volvemos andando a Providencia, el barrio de nuestro B&B, y cenamos en el Liguria, un restaurante que nos ha recomendado el hostalero. Muy bien satisfechos nos volvemos a descansar para preparar las piernas y el cuerpo para el largo día de mañana.

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