Debido al tamaño de la isla, y también al corto tiempo que estuvimos allí, prefiero escribir mis impresiones sobre la Isla de Pascua antes que una crónica de nuestras actividades.
Lo primero que nos llamó la atención fue la poca población que tiene, apenas unos 4000-5000 habitantes. Esto es determinante, porque con un número tan bajo es muy difícil que exista una sofistificación grande en la cultura actual Rapa Nui, o en los servicios que se ofrecen. La población además está dispersa; hay un núcleo, llamado Hanga Roa, que es donde se concentran supermercados, restaurantes y alojamientos; pero consiste básicamente en dos o tres calles de casas bajas y locales descuidados, entre los que crece maleza y solares vacíos.
Los Rapa Nui que hemos encontrado son algo salvajes, al estilo de los malagueños más cañís. Conducen o bien coches desastrados y cochambrosos, o bien modelos tuneados sin demasiado esplendor al estilo de hace algunos años. También motos con las que hacen ocasionales caballitos, y por cierto montan a caballo también, descalzos y pelo en pecho al viento. La palabra que mejor los define es asilvestrados, pues asilvestradamente tanto surfean desnudos como espantan las moscas sobre la comida en el mercado. Ojipláticos dejan a los turistas como nosotros.
La vida silvestre en la isla también tiene algunas peculiaridades. Hay perros vagos como en el resto de Chile, pero también caballos sueltos, en algunos casos malnutridos. Alguno vimos muerto. También hay algo de ganadería en las fincas particulares del interior de la isla. Sólo los Rapa Nui o sus descendientes pueden optar a poseer terreno en la isla por ley; es un acierto para evitar la sobreexplotación, pero explica la poca especialización reinante. No hay mucho pájaro.
Las comunicaciones tampoco dan para mucho. Una carretera asfaltada corta en diagonal la isla y de ella salen brazos de ripio hacia la costa. No parece hacer falta más. Casi todos los coches son todoterrenos de cualquier modo. Hay un único aeropuerto del que sale un único vuelo hacia el continente; también hace escala un avión camino de Tahití. No tiene puerto, salvo un embarcadero al que llegan las barcazas que transportan material cuando arriban los grandes cargueros, que quedan anclados lejos de la costa.
Eso en cuanto a la cultura moderna. Otra cosa muy distinta es la cultura antigua, de la cual la isla rebosa.
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