martes, 20 de diciembre de 2011

Impresiones de la Isla de Pascua - cultura ancestral

Y esto es por lo que fuimos a Isla de Pascua.


Los moais se yerguen de espaldas al mar día y noche, verano e invierno. Sus caras de piedra miran sin ver hacia el interior, hacia las montañas y la tierra firme, hacia otras épocas. Hubo hombres que los esculpieron y transportaron; quizás nunca imaginaran que durarían siglos. Quizás sí lo esperaban. Estas enormes estatuas representan, a mi entender, el afán del hombre por permanecer, el ansia de inmortalidad, en contraste con el mundo variable, violento y mutable; duros bloques erosionados de piedra volcánica frente al batir y la espuma de las olas del poderoso océano Pacífico.

Relataré una experiencia, sentado al atardecer frente al ahu Tahai. Este ahu está formado por cinco moais junto a los que hay dos más, separados del resto; uno de ellos aún tiene los ojos tallados en coral y piedra semipreciosa. El sol se pone sobre el océano Pacífico y una pequeña multitud se sienta en silencio sobre el verde césped frente a ellos, observando las figuras de piedra recortadas contra el brillo del reflejo de las aguas, delante del océano y del firmamento infinitos. Se escucha el bramido de las olas, una frontera de espuma blanca marca la línea entre la tierra y el mar. El pensamiento vuela, arrastrado por una música que sólo uno oye. Notas la respiración profunda, tranquila. Las estrellas pueblan ya el cielo aun con la última claridad del día. El sol se pone entre las nubes como una gigantesca bola de luz, sus rayos son, ahora sí, los de una estrella. Los moais están en silencio. No dicen nada.

Hay más de 800 moais desperdigados por toda la isla. Su origen es la cantera de un volcán, donde aún se encuentran muchos, clavados como estacas irregulares por toda su falda. No se ha descubierto cómo los transportaban y hay las más diversas teorías. El pueblo Rapa Nui los erigía para conmemorar un gobernante sabio, un héroe, una persona reverenciada. Protegían y cuidaban a las aldeas junto a las que se encontraban. Son el culmen de una cultura megalítica que estuvo aislada durante más de un milenio en esta isla de apenas 163 km2, poco más de 20 km de largo, y que devastó fatalmente los recursos naturales de su entorno antes de prácticamente desaparecer. Nos quedan estos gigantes y centenares de lugares arqueológicos, petrogrifos e instrumentos, una lengua lejanamente emparentada con la de los pueblos polinesios, leyendas y mitos.

Impresiones de la Isla de Pascua - cultura actual

Debido al tamaño de la isla, y también al corto tiempo que estuvimos allí, prefiero escribir mis impresiones sobre la Isla de Pascua antes que una crónica de nuestras actividades.

Lo primero que nos llamó la atención fue la poca población que tiene, apenas unos 4000-5000 habitantes. Esto es determinante, porque con un número tan bajo es muy difícil que exista una sofistificación grande en la cultura actual Rapa Nui, o en los servicios que se ofrecen. La población además está dispersa; hay un núcleo, llamado Hanga Roa, que es donde se concentran supermercados, restaurantes y alojamientos; pero consiste básicamente en dos o tres calles de casas bajas y locales descuidados, entre los que crece maleza y solares vacíos.

Los Rapa Nui que hemos encontrado son algo salvajes, al estilo de los malagueños más cañís. Conducen o bien coches desastrados y cochambrosos, o bien modelos tuneados sin demasiado esplendor al estilo de hace algunos años. También motos con las que hacen ocasionales caballitos, y por cierto montan a caballo también, descalzos y pelo en pecho al viento. La palabra que mejor los define es asilvestrados, pues asilvestradamente tanto surfean desnudos como espantan las moscas sobre la comida en el mercado. Ojipláticos dejan a los turistas como nosotros.

La vida silvestre en la isla también tiene algunas peculiaridades. Hay perros vagos como en el resto de Chile, pero también caballos sueltos, en algunos casos malnutridos. Alguno vimos muerto. También hay algo de ganadería en las fincas particulares del interior de la isla. Sólo los Rapa Nui o sus descendientes pueden optar a poseer terreno en la isla por ley; es un acierto para evitar la sobreexplotación, pero explica la poca especialización reinante. No hay mucho pájaro.

Las comunicaciones tampoco dan para mucho. Una carretera asfaltada corta en diagonal la isla y de ella salen brazos de ripio hacia la costa. No parece hacer falta más. Casi todos los coches son todoterrenos de cualquier modo. Hay un único aeropuerto del que sale un único vuelo hacia el continente; también hace escala un avión camino de Tahití. No tiene puerto, salvo un embarcadero al que llegan las barcazas que transportan material cuando arriban los grandes cargueros, que quedan anclados lejos de la costa.

Eso en cuanto a la cultura moderna. Otra cosa muy distinta es la cultura antigua, de la cual la isla rebosa.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Update, again

Ya están actualizadas nuestras aventuras por el Parque Nacional de las Torres del Paine. Todas las entradas están agrupadas bajo la etiqueta Patagonia. ¡Que las disfrutes, lector amable!

martes, 13 de diciembre de 2011

Isla de Pascua

¡Noticias frescas! Después de una larga travesía desde la Patagonia, que ha incluído más de 24 horas de viaje entre autobuses, esperas y aviones, ¡hemos llegado a la Isla de Pascua! El último tramo se nos ha hecho corto a pesar del grupo de escolares que llenaba el avión. Estoy escribiendo ahora mismo desde el alojamiento, unas cabañas mantenidas por una familia muy acogedora. Después de darnos la merecidísima ducha, vamos a ir a comer y a discutir los planes para mañana; probablemente realicemos una visita por la isla para llevarnos una impresión general, y después alquilemos un coche.

Hace calor y el agua del Pacífico tiene una pinta muy, muy refrescante.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Pico contra madera

Cinco y media de la mañana; Lourdes y yo nos levantamos, con todo el cuidado que podemos, de la habitación del Refugio que compartimos con Caro y con Luis. Ya entra luz por la ventana, las mañanas son tempranas en la Patagonia. Nos abrigamos como si fuéramos Admunsen en su expedición al polo y salimos a caminar.

En cuanto empezamos a caminar hacia el Valle Francés, nuestro destino de la mañana, nos damos cuenta de que va a ser un buen día. Nos vamos quitando ropa; la temperatura es perfecta y nuestro camino nos lleva por colinas de maleza y ocasionales árboles que nos protegen. No hay nadie más, sólo nosotros dos andando ligeros y decididos a aprovechar al máximo nuestra estancia. Cruzamos arroyos y bordeamos lagos. Subimos y bajamos cuestas. Y finalmente cruzamos un largo puente colgante hasta nuestro Rivendel, el Campamento Italiano en la entrada del valle.

Aún tenemos un poco de margen de tiempo para caminar. Un guarda forestal nos recomienda continuar subiendo por el valle un poco más hasta el mirador del Glaciar Francés; le hacemos caso. El valle tiene en su centro un caudaloso río de montaña y a sus orillas, árboles y piedras se mezclan. Nos detenemos largo rato para contemplar a un pájaro carpintero que nos reta picando con energía en un árbol; nos maravillamos del animal, de su desafío, de sus fuertes garras, del sonido de su pico.

Seguimos subiendo y llegamos finalmente al mirador. El glaciar se divide en dos partes, separadas por una abrupta pared; vemos caer con gran estruendo nieve y hielo desde la superior hasta la inferior, donde forma una pequeña montaña blanca. Grabamos la imagen en nuestra memoria y emprendemos el descenso, que se nos hace cómodo por la buena temperatura y por lo que hemos disfrutado. Silenciosamente nos vamos despidiendo de las Torres, de su majestuosidad y de su naturaleza, de su salvaje belleza.

El catamarán nos recoge a las 12:30 y a la llegada, enlazamos con el autobús de línea hacia Puerto Natales, a donde llegamos a media tarde. Mientras Lourdes y yo nos reponemos en La Picada de Carlitos, Luis nos da una mala noticia; ha descubierto que su cámara de fotos se ha extraviado durante alguno de los trayectos. El siguiente autobús, que nos lleva hasta el aeropuerto de Punta Arenas, nos deja otra pincelada de mala suerte; la mochila de Carolina se ha quedado en Puerto Natales debido a una negligencia de los operarios de los autobuses. Caro y Luis hacen todo lo que se puede hacer por dejar parte de lo ocurrido; ya no se puede hacer más que esperar suerte y seguir el camino.

Desde el aeropuerto enlazamos con Santiago y desde allí a Isla de Pascua. Más de 24 horas de viaje. Lo más importante, sanos y a salvo.

Update

¡Hola de nuevo! Hemos estado varios días desconectados de internet, en los refugios del Parque Nacional de las Torres del Paine, en la lejana Patagonia. Ahora que hemos terminado esa parte de nuestro viaje esperamos poder actualizar el blog y añadir las entradas que nos faltan.

Entre tanto, aquí van algunas de las nuevas que acabamos de añadir:
- Al sur del sur
- Un día aprovechado
- Pingüinos y árboles muertos

¡Seguiremos informando!

domingo, 11 de diciembre de 2011

Glaciares lejanos

Es nuestro segundo día en el parque nacional de las Torres del Paine. Nuestro plan es llegar por la mañana al Refugio Grey para hacer la ruta del glaciar durante el día. Para ello tenemos que coger algunos autobuses y un catamarán, en una combinación compleja que nos han asegurado está sincronizada.

Lo primero que hacemos es coger a las 09:00 el transfer del Refugio Torres, que en teoría nos enlaza con el autobús de línea regular que viene de Puerto Natales camino del embarcadero del catamarán. Después de todas las consultas que hicimos, resulta que no, que no están sincronizados los tiempos y que tenemos que esperar a que venga el autobús de línea regular desde las 09:15 hasta las 10:00. Eso quiere decir que no vamos a poder coger el catamarán antes de las 12:00; casi toda la mañana perdida. El autobús de línea regular llega efectivamente a las 10:00 y nos deja en el embarcadero, donde esperamos un poco más para poder coger el catamarán. A las 12:45 por fin estamos en el Refugio, no muy contentos con la poca rigurosidad que hemos encontrado.

En fin, poco podemos hacer, más que ponernos los zapatos y comenzar de nuevo a andar. La ruta es mucho más llana que la del día anterior y nos lleva en paralelo al lago Grey. Hace buen día, pero un terrible viento nos azota cada vez que nos asomamos al lago. Menos mal que durante la mayor parte del tiempo estamos protegidos por árboles y por las propias colinas alrededor del lago.

La primera mitad de la ruta termina en un mirador desde el que se ven las dos mitades del glaciar, divididas por un islote. No parece gran cosa desde lejos, pero es que aún estamos a varios kilómetros de distancia. El glaciar Grey se alimenta desde el llamado Campo de Hielo, una enorme extensión nevada que alimenta a varios glaciares en la Patagonia. Carolina y Luis lo dejan en este punto; este glaciar no es comparable al Perito Moreno, que ellos ya han visto en Argentina. Lurdes y yo continuamos. La segunda mitad del camino es muy parecida a la anterior, pero se vuelve un poco más rocosa. Al final, quedamos frente a una de las mitades del glaciar. Aunque aún está lejos, distinguimos su magnitud y escala. No hay muchas oportunidades de ver una lengua como esa, azul y blanca, chocante contra el verde de la vegetación y el gris de la montaña.


Con las piernas cansadas volvemos de nuevo a nuestro Refugio. Las rutas van pasando factura que nuestro cuerpo intenta recuperar con la comida y con el poco descanso que le damos. Mañana, Lurdes y yo nos levantaremos a las 05:30 para completar la parte que podamos de la ruta del Valle Francés antes de que tengamos que despedirnos del Parque.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Cuatro estaciones en un día

El pack lunch en el refugio es muy completo; bocadillo, barrita energética, agua, fruta y un brownie. Lo cargamos en nuestras mochilas junto con un poco más de agua y todo tipo de ropa; pantalones contra lluvia, guantes, gorros... no sabemos qué tiempo nos va a hacer. El cielo anuncia nublado y chispea un poco.

Comenzamos a caminar tras el desayuno, no demasiado temprano. Luis nos cuenta que Caro se despertó anoche como en una pesadilla, menos mal que esta vez dormía en la litera inferior. Sólo un susto, quizás debido a que estamos cenando tarde y acostándonos pronto.

La ruta de hoy es quizás la más exigente de todas las que vamos a hacer. La primera parte es toda subida pero sin excesiva pendiente. Aprovechamos para fijarnos en los pájaros, los hay preciosos. Los prismáticos de Lurdes se hacen valiosos. Comienza a chispear, y según ascendemos, la lluvia se convierte en nieve. Pronto tenemos los pantalones empapados, y aunque nos ponemos los cubres de lluvia, ya los tenemos mojados. Seguimos la subida como mejor podemos; hace frío y la cuesta con agua se hace más difícil. Tampoco podemos ver mucho paisaje por las nubes.

Después de un rato que se nos hace interminable, conseguimos superar la primera mitad, y nos encontramos en un valle entre los montes. La vegetación cambia completamente, y de andar entre arbustos pasamos a andar entre árboles frondosos y verdes que bordean arroyos de montaña y ocasionales puentes colgantes. Inmediatamente tras superar la cuesta inicial nos detenemos en el Refugio Chileno, donde nos despojamos de la ropa mojada que secamos en una concurrida estufa. Esperamos algo más de una hora a que el tiempo escampe y a que nuestras ropas se sequen, mientras tanto comemos y reponemos fuerzas.

Con el tiempo algo más amigable, continuamos la ruta cerca del mediodía. Este nuevo paisaje nos fascina; subimos y bajamos colinas de abundante vegetación y tierra fértil, que nos protege del viento y del chispeo de la lluvia. Las montañas, cercanas, nos ofrecen unas vistas que nos animan a seguir subiendo. Pronto el bosque deja paso a una ladera de rocas descarnadas, la morrena del antiguo glaciar que dio forma al valle. Subimos como podemos, y con la altura vamos encontrando nieve acumulada entre las rocas. Las montañas a nuestra espalda van creciendo imponentes pero lo mejor está por venir; en la cima de nuestra escalada está el mirador de las Torres.


El mirador ofrece una vista sobre un lago de aguas blanquiazules rodeado por rocas, sobre las que las tres torres del Paine se yerguen majestuosas. Las nubes se despejan lo suficiente como para que podamos disfrutar del esfuerzo realizado y para echarnos unas fotos con las que recordar la gesta. Encontramos en la altura otros compañeros de escalada con los que charlamos y nos relajamos, al fin; un muchacho chileno, otro vasco, una pareja... ¡Victoria!


El descenso se nos hace mucho más corto después de lo que hemos visto. Según bajamos, el sol empieza a hacer acto de presencia. Nos terminamos de secar con él y hasta pasamos calor. Como dice el título, Cuatro estaciones en un día. Suficiente por hoy.


viernes, 9 de diciembre de 2011

Llegada a las Torres

Hoy va a ser un día muy largo, porque vamos a hacer tres excursiones con las que vamos a entrar en el Parque Nacional de las Torres del Paine.

Salimos de Puerto Natales muy temprano, desde uno de los antiguos muelles de la ciudad. El barco nos lleva a recorrer el fiordo de la Última Esperanza. El día es bueno, pero algo nuboso. Desde la cubierta del barco, en la que entramos y salimos para esquivar el frío cortante del aire, vemos colonias de cormoranes y de leones marinos. También nos acercamos a glaciares, el más impresionante, el de Balmaceda, donde desembarcamos para dar un breve paseo hasta su lengua. Allí nos explican someramente la mecánica de formación de estos ríos helados y también de su evolución. En los últimos tiempos, todos los glaciares se han ido retrayendo. Ese retroceso nos permite observar los tremendos efectos de su erosión, como morrenas y cuencas que llenan lagos blanquecinos por la “harina” de roca producto del desgaste de la roca.


Comemos salmón en una pequeña hostería con vistas al glaciar que hemos visitado. Comida que se nos repetirá a lo largo del día. En el embarcadero donde encontramos a un pequeño Martín Pescador tomamos una zodiac en la que remontaremos el río Serrano, en una travesía que dura aproximadamente una hora, hasta la entrada del Parque Nacional.

El siguiente paso es movernos en un monovolumen con un guía que, aunque no muy claro, nos permite obtener una vista general del Parque. El vehículo nos lleva primero hasta la morrena del glaciar Grey, donde nos impacta ver flotando icebergs azules de formas imposibles flotando en las aguas blanquiazules. Nos inquieta el frío viento cortante, del que probaremos más en los días siguientes. A continuación, con alguna demora innecesaria, visitamos varios miradores a lo largo del río Paine. Vemos hermosos pájaros, guanacos y hasta una mofeta. También ganamos algunas vistas del imponente macizo de las Torres y una explicación de su origen geológico. Su presencia domina el paisaje y nos abruma. Las fotos que hacemos hablan por sí mismas.


El viaje termina, tras un excitante trayecto por un estrecho puente, en el refugio Las Torres. Es acogedor, pero un poco más impersonal que otros alojamientos puramente chilenos por la presencia de tanto extranjero, mayormente europeo.

jueves, 8 de diciembre de 2011

EL SUR DEL SUR

La llegada a Punta Arenas fue algo accidentada. Aterrizamos con hambre y sueño, agotados del viaje y el día sufrido. Incluso renunciábamos a comer, ya sólo un sitio con cama donde ser acogidos bastaría. Sin embargo hubo un problema con nuestra reserva (una vez más) y nuestras habitaciones habían sido cedidas a un grupo. Así que nosotros quedabamos alojados en un espacio de 3x3metros. Tras momentos de tensión la situación se normaliza y recuperamos nuestras habitaciones reservadas a costa de respirar un extraño ambiente en toda la casa. Esto no impide que descansemos como reyes, no había otra opción.

Por la mañana salimos a pasear por la ciudad. Dejamos el billete a Puerto Natales comprado y las maletas preparadas para embarcar y partimos libres a caminar.

La ciudad parece desolada, deshabitada, no hay gente por las calles, nada de vida, el sol no brilla, todo es gris, el frío cala hasta los huesos. Calles de arena, aceras viejas o poco cuidadas, jardines abandonados donde el cesped crece sin control, casas bajas, muy pocos edificios en el horizonte, nada parece corresponder con una ciudad de más de cien mil habitantes. Más me parece un pueblo en el fin del mundo. Caemos en la cuenta de que es el día de la Inmaculada y puede que sea fiesta.
Algunas casas alrededor de la plaza Muñoz Gamero muestran el esplendor que vivió el lugar. Europeos venidos a principios del s. XX enriquecieron con la ganadería y ahora sus casas son edificios públicos. Pequeños y grandes palacios hechos en piedra al estilo europeo de la época.

La costanera es algo más entretenida, un paseo marítimo con miradores al mar, el estrecho de Magallanes, y al otro lado la isla Porvenir. Callejeamos algo más hasta el museo salesiano, donde se cuenta la historia de las culturas y pueblos que habitaban la zona antes de la colonización. Al menos así lo venden, aunque contaba más de la evangelización llevada a cabo por los jesuitas que de los pueblos que allí habitaron. Una extraña sala cuenta el proceso de extracción del petroleo y el trabajo de las refinerías. Todo ello dentro del mismo centro salesiano.

Salimos pensando en comer, y nos dirigimos al mercado, recomendado por la oficina de turismo. Inmejorable si queremos comer pescado. Pero una vez más, y ya van dos en dos días, volvemos a estar al límite, poner a prueba nuestra suerte. Picamos, nos sentamos a comer con la garantía de que será rápido, y acabamos pidiendo que nos lo pongan “para llevar” o no llegamos a la estación. Así que aromatizamos el autobús con el olor a chupe, de camarones y de marisco, una especie de brandada o paté que dio para mucho.

Llegamos a Puerto Natales a buena hora para descansar, pasear, cenar pronto. Pasamos por el hostal Casa Cecilia, un lugar de montañeros, lleno de alemanes, un ambiente mucho más frío que el vivido en el resto de alojamientos de Chile. En la oficina de la agencia que nos ha gestionado las reservas, 21 de Mayo, nos cuentan en qué va a consistir la excursión contratada para el día siguiente. Suena estupendamente. Compramos provisiones para el monte y un buen vino para celebrar de noche las excursiones culminadas. Cenamos en un restaurante recomendado -La Picada de Carlitos- parrillada, congrio y ceviche. Con las comidas nos hemos integrado muy bien y afortunadamente no hemos tenido ninguna indigestión ni percance grave.

Se va haciendo tarde y aunque el atardecer ilumina el cielo hasta las once de la noche nosotros sólo tenemos tiempo para un pequeño paseo por la costanera y vuelta al hotel para descansar. Mañana será un día lleno de emociones. Veremos las torres del Paine.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

UN DÍA APROVECHADO

La mañana nos despertó en la terraza del palafito. La marea baja había retirado toda el agua bajo nuestros pilares y frente a nosotros quedaba la cuesta que daba acceso a la ciudad. Nos entretenemos bajo el sol matutino leyendo los libros de la casa, Neruda y la historia de las iglesias de la zona. El desayuno lo tomamos en el palafito de la madre de la dueña, unos números distante. El encanto de estas casas es indudable y nos apetecería quedarnos más, mucho más, descansando sin prisa.
El día no va a permitir esos lujos. Tenemos un apretado horario; visitar el mayor número posible de iglesias en la zona. Son famosas por ser de influencia europea, pero construidas según los cánones chilenos de la época; en madera. La mayoría fueron edificadas a finales del s. XIX y están desperdigadas por todos los pueblos de la zona, tanto en la isla principal, Chiloé, como en todas las islas adyacentes.
La visita comienza por la ciudad donde dormimos, Castro, la mayor población de todo el conjunto de islas. La iglesia principal, en la plaza de armas, es llamativa, altiva y con un bonito y decorado interior. Fue planificada para ser hecha en piedra, pero el constructor decidió ejecutarla en madera, y curiosamente está cubierta con un revestimiento de chapa que imita la piedra,..., y engaña. Compramos algunos libros que habíamos visto en nuestro palafito y nos habían encantado. Y salimos a recorrer iglesias del camino como en una peregrinación.

En Nercón la iglesia está vieja, parece una anciana que se aguanta sobre su bastones con mucho trabajo. El pueblo es solitario y pequeño, lo que da un encanto al ambiente. Podríamos estar en una aldea gallega si la iglesia estuviera hecha en piedra. Vilupulli tiene una iglesia cercana al mar, más cuidada, donde se ofician ceremonias y eso la mantiene más viva y joven. El interior es sencillo y como único material utilizado, la madera. Incluso las columnas son troncos de árbol revestidos con tablones de madera. El siguiente pueblo en nuestro recorrido, Chonchi, es mayor y su iglesia ocupa el mismo centro de la población, pintada de colores alegra la p
laza y la vista de todo el entorno.
Acaba la ruta hacia el sur. Damos media vuelta y retornamos a Castro, continuando el camino a los pueblos al norte. Vistamos Dalcahue, junto al mar, la torre de la iglesia nos indica el camino. Su interior también
muestra que es un lugar lleno de vida. Aprovechamos para pasear por
la feria de artesanía y reponer algo de fuerzas con unas buenas empanadas. Hoy no habrá posibilidad de más comida.
No queda tiempo para ver todo lo que nos gustaría y tenemos que elegir entre dos opciones; cruzar en ferry a la pequeña isla de Achao o seguir en
la isla principal de Chiloé. Finalmente nos parece más seguro quedarnos de este lado. Dejamos Achao para el próximo viaje a Chile.
Los caminos de tierra y piedra se llaman en Sudamérica ripio. Con este camino recorremos toda la costa, dándonos buenas vistas del mar interior y las islas, pero a cambio nos dejamos los suspiros y los riñones en cada bache. El ripio se eterniza y sólo visitando la iglesia de San Juan vemos que es inviable parar en ninguna otra fuera del camino. Llegamos a Quenchi con gran esfuerzo y elegimos volver a la carretera principal a partir de ahí para evitar el ripio.
Aquí no acaban nuestros agobios, más bien empiezan. A la velocidad máxima posible que permite la carretera en obras y llena de camiones, unos 50km/h, llegamos al puerto de Cachao para coger el ferry, la gasolina es poca pero nos llegará unos 50 km más. Pero, ¡horror! Nos dicen que no hay gasolineras hasta Puerto Montt, a unos 100 km! La única solución sería volver atrás y llenar el depósito en el pueblo anterior, Ancud, a unos 25 km, lo que supondría perder en avión. Nuestra cara de desesperación es tal que el pobre funcionario de puertos cede y nos cuenta un truco, a unos 100 metros un vecino vende queroseno a conocidos y despistados. Parecemos perros de presa, hacemos una batida por toda la calle, preguntamos en tiendas, puestos, a cualquier ser viviente que vemos y damos con el hogar de nuestro ilegal salvador. Y ahí rellenamos el motor con una sustancia que al menos hace que el motor funcione. El vendedor la llama bencina; no intentamos descubrir qué es. Una vez relleno el depósito, comprobamos con alivio que el nivel de combustible sube hasta 3/10, aunque el indicador no nos parece tan nítido como con su legítima carga. Las rayas antes tan rectas ahora parecen hacer “S”. Nos vale. Volvemos volando al puerto, donde el mismo funcionario nos cuela y entramos en el siguiente ferry. El camino hasta el aeropuerto es más tranquilo, ya sabemos que sólo un corte de la carretera o un pinchazo nos haría perder el vuelo. Es verdad que aún no estamos seguros de llegar.






















Pero llegamos y con sólo cinco minutos de retraso, devolvemos el coche y hacemos todo lo posible por liberarnos de las maletas.
El día entretenido y estresante guarda una última sorpresa: el vuelo Puerto Montt-Punta Arenas, que sobrevuela los Andes nos dejará tremendas vistas de volcanes, glaciares, campos de hielo, algo así como un vuelo turístico dentro del mismo precio. Difícil de ver lo que contemplamos desde el cielo.


martes, 6 de diciembre de 2011

Curiosidades - "Al tiro"

Después de ya casi una semana de viaje ya tengo una selección de unas 100 fotos comentadas y colgadas en Picasa. Así que puedo ahora con tranquilidad redactar mis primeras líneas en este blog para la tranquilidad de Ismael.

Como digo, ya ha pasado una semana y yo voy a escribir sobre las curiosidades o cosas que me han llamado la atención en Chile, expresiones lingüisticas, detalles que se me han ido grabando y que es mejor fijar ahora.

Al llegar a Santigo de Chile me resultó llamativo la cantidad de perros que había por todas partes, plazas, jardines, calles, delante de comercios. La mayoría tumbados, casi con apariencia de estar muertos. Del aspecto, ya os podéis imaginar, sucios y pulgosos. Lo llamativo era como digo la cantidad, el aspecto pero también su tranquilidad. Ninguno agresivo. La primera noche en Santiago paseamos desde el B&B hasta el centro, la Plaza de Armas, allí es donde más había. Claramente eran perros vagabundos, incluso en la Plaza de la Constitución que está frente al Palacio de la Moneda, sede presidencial, había muchos perros. La plaza de la Constitución nos pareció muy desangelada y triste, apenas iluminada. Si no fuese por la policia que vigila el palacio de la Moneda daría incluso miedo. Pero volviendo al tema de los perros, el cambio a otras ciudades tan solo confirmó que era un panorama general en Chile, perros por todos lados, frente al supermercado, paseando por las aceras, incluso vimos a alguno que se apuntó a la carrera popular que hubo el día siguiente a nuestra llegada.

A nuestra llegada a la zona de naturaleza, muy al sur de Santiago no pude evitar preguntar al guia que nos acompañó al Parque Nacional Huerquehue sobre los perros. Fue el quién nos confirmó que todos los perros que hemos visto hasta ahora son perros “vagos”. Viven exclusivamente de la comida que la gente les da. Los perros son tan tranquilos y amables ya que cada persona es potencialmente alguien que los puede alimentar, así que jamás un perro vago te ladrará en Chile.

Los viajeros israelitas: a lo largo del viaje nos estamos cruzando con turistas de diferentes países. La mayoría norteamericanos y europeos (franceses, alemanes), también bastantes brasileños. Los reconoces rápidamente al oirlos hablar pero el hebreo es un idioma al que no estamos acostumbrados y no es fácil reconocerlo. Es sabido que el servicio militar en Israel es obligatorio tanto para hombres como para mujeres. Los hombres hacen 3 años, las mujeres dos. Lo que no sabíamos es que al terminar reciben ayudas económicas del gobierno israelí para viajar por el mundo. Muchísmos de ellos viajan por sudamérica. El trayecto suele ser, Argentina, Chile, Perú, Bolivia y terminan en Brasil haciendo coincidir el final del viaje con el carnaval. Esta información nos la dió nuevamente un guía de turismo. Nos comentó que vienen con el dinero ajustado para un viaje tan largo y que hacen un turismo de “supervivencia”, alojandose en los lugares más económicos y gastanto poco. Nosotros lo pudimos confirmar ya que tras visitar unos saltos de agua un chico no preguntó si podíamos llevarlo en nuestro auto de alquiler hasta la carretera para poder tomar un bus. Resultó ser un hebreo que estaba de año sabático y pensaba hacer la ruta que el guía nos había adelantado, por supuesto el final del viaje era Rio de Janeiro. Para esos últimos días guardan todo el dinero.

El cuerpo de bomberos en Chile. Otro dato curioso es que en Chile los bomberos son voluntarios. En cada pueblo, por pequeño que sea hay un pequeño retén de bomberos, con sus vehículos y pequeña oficina. Cada bombero trabaja voluntariamente entre 15 a 20 días al mes (echa jornadas tras su jornada normal de trabajo) y cuando no está en el parque tiene que estar localizado para una emergencia de gran magnitud. Este sistema permite al país tener un gran porcentaje de población preparada para actuar con diligencia ante grandes catástrofes. Y esto en Chile es muy importante. Aquí, en 1964, se produjo el terremoto de mayor magnitud de los registrados hasta hoy en día con una puntuación de 9,5

Y para terminar mi entrada al blog voy “Al tiro” con la expresión del viaje. Ya contó Ismael nuestra preocupación de si ibamos a conseguir tomar (que no coger) el bus que nos llevase de Santiago a Isla Negra. Otro problema podría ser la vuelta así que el conductor del bus que nos llevó nos aconsejó comprar los boletos “al tiro” cuando llegásemos a Isla Negra. Al tiro pudeo saber si me estás engañando o al tiro llegamos al siguiente punto de descanso subiendo al volcán. Yo le pido a Carolina que me de muchos besos al tiro. Vamos en el catamarán de regreso desde Peulla a Puerto Varas, voy a salir a cubierta a disfrutar del paisaje aunque como hace bastante viento probablemente regrese adentro al tiro :-)
Otras expresiones:

Una luca = 1000 pesos (esto nos sonaba de las películas argentinas)


La capa de ozono: resulta que el agujero de la capa de ozono está justamente encima de Chile y es por eso que el sol nos abrasa allá por donde vamos. Por más crema solar y de más factor de protección que nos echemos no conseguimos dejar de sentir nuestra piel recalentada.


Carreteras y cortes
. La autopista Ruta 5 está muy bien desde Santiago hasta Puerto Montt. Allí se convierte en la ruta Austral, dicen que la media es que por esa carretera pasa una media de 3 coches cada hora. Hemos conocido a un bilbaino que junto a una francesa que conoció aquí bajaron desde Puerto Montt hasta Punta Arenas haciendo auto-stop por la carreteral austral. El resto de carreteras del país se dividen entre carreteras convencionales de doble sentido con frecuentes cortes porque están reparando tramos y hay que esperar a que los que vienen en sentido contrario. Un eficiente operario da la vuelta a una señal de tráfico que indica Pare (stop) o Siga. Las carreteras de grava o ripio como llaman aquí. Un infierno para el conductor y un calvario para las empresas de alquiler de coche puesto que los devolvemos sucios de polvo y menos mal que no revisan los bajos porque la piedras deben haber abollado bien alguna parte...


Propinas
: un 10% del valor de la cuenta. Sí, hemos llegado a dejar 14€. En algunos sitios incluso cuando te traen la cuenta viene reflejada la propina sugerida.


Autobuses
. Como en otros países latinoamericanos que hemos visitado, suelen ser muy cómodos los de larga distancia. Siempre hay una asistente del conductor, es quién baja y sube las maletas y las etiqueta para su control, revisa los billetes al rato de haber salido el bus a su destino y está atento a cualquier necesidad del pasajero. Los buses suelen llevar una puerta que separa al conductor y al asistente de los pasajeros y todos tienen baño.


Gasolina. Un dato importante es que hay muchísimas gasolineras concentradas en pocos metros de distancia. En Puerto Varas contamos 5 en apenas 300m. Lo curioso de esto es que las gasolineras están en las poblaciones pero nunca en ruta lo cual nos supuso un apuro grande saliendo de Chiloé pues nos dimos cuenta de que no nos alcanzaba la gasolina para llegar al aeropuerto. Nos vendieron 10L en una casa!!

Pingüinos vivos y árboles muertos

Salimos de Puerto Varas un poco tarde, porque nos demoramos mirando recuerdos y cambiando moneda. Como referencia, el euro está a 670 pesos.

Conducimos el coche de alquiler por la carretera Panamericana hasta el ferry de Pangua, que nos lleva apretados, junto a otros coches y varios camiones, a Chacao, en la isla de Chiloé. El viaje es corto y entretenido.

Ya en Chiloé nos dirigimos hacia el Oeste, hacia Ancud. El pueblo nos sirve de lanzadera para visitar la pingüinera situada en el extremo noroeste de la isla. Conducimos nuestro pequeño Christler por caminos de ripio hasta la playa, desde la que vemos tres islotes. Huesos gigantes de ballena se blanquean al sol entre las casas de los pescadores. Nos llevan hasta unos barcos y rodeamos los islotes; vemos pingüinos magallánicos y humbold; vemos también cormoranes, nutrias marinas y muchas, muchas algas. Es un ecosistema singular, extraño. y vivo.Nos quedamos con las ganas de ver una ballena azul pero aún rondan lejos de la costa en esta época del año. Los pingüinos son simpáticos y apacibles; los patos, veloces; las nutrias, histriónicas y ágiles.


De vuelta a Ancud, pasamos por la playa Mar Brava, pero no encontramos las tan aclamadas rocas basálticas. Ya nos vamos dando cuenta, entre trayecto y trayecto, de que el camino de ripio es más lento y farragoso de lo que parece. Nuestra velocidad apenas si llega a los 40 km/h.

De camino a Castro, decidimos desviarnos hacia Chepu, en la costa Oeste, pues al día siguiente vamos a concentrarnos en la costa Este y sus iglesias. Otro camino de ripio nos lleva hasta una zona desolada, anegada por las aguas saladas. Hubo aquí una inundación producida por un maremoto en los años sesenta; las aguas entraron en las zonas más bajas y dejaron un camposanto de árboles muertos, troncos blanquecinos ergidos sobre la nueva llanura fluvial.

 Hablamos con un viejo pescador, que a pesar de la hora (son más de las ocho de la tarde) accede a llevarnos en bote por la zona. Ponemos proa hacia la desembocadura del río. Bandadas de pájaros vuelan con nuestra estela y un león marino salta frente a nuestro bote. Vemos a los animales en su salsa, divertidos y asustados. Los últimos rayos del sol se reflejan en la superficie y llegamos al Pacífico, bravo y agitado. Damos la vuelta. Remontamos el río ahora hacia el dominio de los troncos sin vida, que deja estampas preciosas grabadas en nuestras retinas. Río de vida y de muerte, recuerdos ergidos y contradictorios que se alzan sobre las aguas, como un bosque de la memoria.


Disfrutamos. Disfrutamos mucho.

A la vuelta a Castro nos espera otra sorpresa; el palafito que hemos reservado nos aguarda alzado sobre pilares en el lago. Es precioso. Qué pena que no podamos saborearlo como nos gustaría, porque es ya tardísimo. Nos tomamos un buen merecido descanso.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Peulla y volcanes

Después de una cena muy agradable, aunque no por la comida sino por la compañia, regada con un buen vino y pisco sour para rematar la noche, dormimos como reyes, en el que probablemente sea el mejor hotel de todo el viaje, en una cama de dimensiones astrónomicas inmersos en plena naturaleza. El nuevo día empezó con un relajante desayuno admirando el paisaje bucólico que nos rodeaba. Aquí repusimos fuerzas para lo que nos esperaba, el “canopy”! Nos contaron que la palabra “canopy” tiene origen latino y viene de “canopia” que significa el dosel o parte alta de los árboles. Hicimos “canopy” colgados por cables de acero a lo largo del bosque situado cerca del hotel. Lo primero fue equiparnos debidamente con el arnés, guantes, cascos, etc. Ismael estaba muy gracioso con equipo ; ). Hay fotos que dan fé de ello. Los guías nos dieron dos intrucciones básicas (cómo frenar y cómo tomar velocidad) y a empezar a andar y subir hacia la primera plataforma! Supongo que al principio todos estábamos un poco nerviosos. Después del primer cable que hicimos tomamos confianza y disfrutamos a tope. Ismael siempre era el primero en tirarse, así comprobábamos el estado del cable y nos asegurábamos que aquello resistía lo suficiente ; ) Después de casi una hora yendo de árbol en árbol y deslizándonos por los cables, llegamos a la última plataforma, donde no habia escaleras para bajar. Teníamos que bajar haciendo rapel! Los guías controlaban la velocidad de la bajada con las cuerdas. En el primer tramo nos dejaron, sin previo aviso, un segundo en caida libre y a todos nos subió la adrenalina e irremediablemente soltamos un grito. En la segunda bajada, como Luis e Ismael ya se conocían el truco, no gritaron pero Lourdes y yo, a pesar de saberlo también, soltamos un grito aún mayor que el primero. La visión del bosque desde arriba es muy diferente de cuando vas caminando. También nos hubiese gustado hace kayak pero no estaba operativo hasta enero que es la época fuerte de verano. Muchos senderos para hacer caminatas no estaban tampoco operativos, los caminos estaban casi borrados después del duro invierno. Así que fuimos andando por la carreta de ripio que une esa zona con Argentina hasta llegar a un granja donde había muchos animales diferentes: desde jabalíes y llamas hasta avestruces patagónicos. Regresamos y preparamos un picnic al cobijo de la sombra de un árbol. Lourdes y yo hicimos un último paseo cortito hacia el inicio del sendero de “Laguna Margarita” antes de caminar hacia el embarcadero desde donde el catamarán partía a las 16.30. Había sido un fantástico día, pero aún nos esperaba una sorpresa. Afortunadamente, el día estaba totalmente despejado y mientras el catamarán avanzaba a través del Lago Todos Los Santos (se llama así porque se descubrió un 1 de noviembre), ante nosotros se empezó a descubrir un paisaje espectacular al que no dabamos crédito, estábamos contemplando los majestuosos volcanes de el Puntiagudo y el Osorno. El contraste del color blanco de la nieve sobre estos volcanes, junto con la naturaleza verde que los rodeaba y color azul del lago, daban origen a una fusión cromática de belleza indescriptible... no nos cansábamos de mirar y admirar esta mágica postal que quedará grabada en nuestras retinas por mucho tiempo. El viaje se nos hizo corto y poco a poco fuimos dejando atrás a los volcanes que siguen respirando desde lo más profundo de la tierra, como llevan haciendo desde hace cientos de años. Cuando llegamos a Puerto Varas recorrimos un poco las calles principales y acabamos nuestro paseo en la costanera. Desde aquí divisamos el Cerro Tronador y el volcán Puyehue junto con la gigantesca nube de cenizas que expulsa continuamente desde que este año entró en actividad. Las cenizas de esta nube se mueven en la dirección del viento que las arrastra exparciéndolas por doquier. Para suerte de los chilenos y para desgracia de los argentinos, la cenizas llevan meses que están siendo desviadas hacia poblaciones de Argentina situadas detrás de la cordillera de Los Andes, lo que ha supuesto un fracaso total para todo el turismo de la zona.
Despues de todo este fantástico día inmersos en la naturaleza, qué más podíamos pedir? Ah, sí! Una rica cena con congrio para algunos y carne para otros.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Peulla


Comenzamos la mañana muy temprano, aunque amanece aún antes. Desayunamos y nos recoge en el mismo hotel Andrea, la guía que nos lleva en todoterreno a visitar los Saltos de Petrué. En un área formada por lava basáltica, el río Petrué se desencadena a través de imposibles saltos en los que la roca apenas si está erosionada. Tenemos poco tiempo para deleitarnos y para echar fotos. Vemos las cascadas desde un pequeño bote y nos mojamos con la espuma y la increíble potencia del agua.

El ferry hacia Peulla nos espera a las 10:30. Mientras cruzamos el lago de Todos los Santos vamos pensando en las actividades a realizar a la llegada. Pellúa es una zona plana situada entre altas montañas, de origen glaciar y volcánico. Los primeros pioneros se asentaron aquí a principios del siglo XX; uno de ellos, Ricardo Roth fue además un visionario, impulsando el turismo. Suya es la Isla Margarita en mitad del lago, así como la compañía que nos lleva en bote. El gobierno chileno declaró la zona Parque Nacional en 1926, pero otorgó a los pioneros tierras en reconocimiento al trabajo realizado y también para asentar su soberanía sobre esta zona de los Andes.

Llegamos a Peulla y nos abruma la belleza de la naturaleza. El lago, precioso, termina en un embarcadero que da paso a unas llanuras fértiles rodeadas de laderas densamente pobladas con árboles. El hotel en el que nos alojamos es entero de madera y a nuestros ojos un lujo. Comemos unos sandwich y Lourdes y yo salimos disparados para nuestra primera actividad, una cabalgata a caballo a través del valle hacia la Isla Negra.

Es la primera vez que hacemos una ruta de este tipo. Nos dan unos caballos mansos, Mariposa y Durandago, y empezamos a acostumbrarnos a los animales. Por suerte nos compenetramos razonablemente bien, lo suficiente al menos para no dar con nuestros huesos en el suelo. Nuestros compañeros de actividad nos apoyan lo suficiente y así empezamos a descubrir el valle. Cruzamos praderas donde vemos llamas, jabatos, terneros, ovejas, otros caballos; vemos a pequeños azores llamados tiuques jugar entre ellos dando chillidos y a otras aves de largo pico, como los queltehues. Cruzamos un río a caballo y pasamos por bosques escondidos bajo el musgo y la humedad. Los caballos son nobles y nuestra ruta de dos horas y media resulta un éxito.

A la vuelta sólo podemos pensar en descansar. Nos duchamos y nos reencontramos con Caro y con Luis, que han hecho lo propio. Una caminata hasta el lago nos permite disfrutar con más calma del camino. Ducha y cena en el hotel, que a pesar de su lujo, nos decepciona; suponemos que aún están a medio gas, la temporada alta de turismo empieza en enero. Jugamos a cartas antes de que el sueño llame a nuestra puerta.

sábado, 3 de diciembre de 2011

LAS CASAS DE LOS COLONOS

El viaje fue pesado. Realmente la distancia entre Pucón y Puerto Varas no llevaría tanto tiempo pero las continuas paradas en todos los pueblos y ciudades del camino lo alargaron mucho. A esto se unió que era viernes tarde y todos los chilenos salían del trabajo en coche, intentando llegar lo antes posible a su destino. Ya es el segundo gran atasco que pillamos, el primero fue en Santiago.

Llegamos a Puerto Varas a las diez de la noche, bajamos toda la calle principal y volvimos de nuevo a subir una lateral para llegar a nuestro hotel Boutique Ignacia Villoria.

Tarde como es, dejamos las mochilas y nos vamos corriendo a cenar. Estamos en un poblado alemán y qué mejor que comer en un típico sitio alemán de esta zona chilena. El paso de los años ha hecho que nada sea totalmente alemán o chileno, todo se convirtió aquí en un mezcla de ambas culturas. El restaurante es la casa Alemana, la cena está muy buena y es abundante, demasiado, todos salvo Isma acabamos con dolor de tripa. Volvemos a comer congrio en diferentes variedades, parece ser el pez estrella de este país porque en las cartas aparece cocinado de unas treinta maneras: frito, hervido, grillé, papillote, a lo pobre.. Acabamos nuevamente el día acostándonos tarde, intentamos sacar el máximo jugo a cada rato.

El primer día en esta zona será para conocerla un poco más, sus pueblos, historia, arquitectura... qué mejor que recorrer con un coche sus rincones.

Partimos por la panamericana, la ruta 5, hacia el norte, un poco perdidos porque realmente queríamos bordear el lago y disfrutar de sus vistas. La primera localidad es Llanquihue, un sitio pequeño, un pueblo partido por las vías del tren que cuesta atravesar, sólo dos puntos permiten el acceso a la playa. Unos cisnes de cuello negro de piedra están en el mar, son el símbolo del lugar. Algunas casas nos llaman la atención por su belleza, son antiguas y como todas, hechas en madera. Conservan el estilo de construcción que usaron los primeros colonos, madera listada o tejuelas para recubrir todas las paredes exteriores y protegerlo del frío y la humedad; parecen casas escamadas, como los peces. Todos los colores son posibles aquí.

El siguiente destino es Frutillar, el pueblo más conocido y bonito de los que bordean el lago. Lo forman únicamente dos calles que se extienden paralelas a la orilla del lago a lo largo de más de un kilómetro. Es famoso por la belleza de sus casas, pero también por su auditorio construído robándole espacio al agua. En madera de colores y con una amplia cristalera, llama la atención por su originalidad y diferencia con el resto de construcciones. Parece que nos hemos trasladado a Alemania, los jardines de las casas son perfectos, muy cuidados, las flores relucen con mil colores, hasta el tiempo es gris y lluvioso. Es el primer día que nos llueve, demasiada suerte estamos teniendo. No nos molesta mucho, realmente veníamos con la idea de mojarnos en Chile, sólo algo nos fastidia y es no disfrutar de la impresionante vista del lago, esa en la que vemos el volcán Osorno, majestuosos y amenazante, destacar sobre todo el paisaje. El día es gris y la previsión no mejora, no nos querríamos ir de Puerto Varas sin disfutar de su visión.

Comemos en el pueblo, aprovechamos para descansar y calentarnos y visitamos el museo de los colonos. Llegaron a la región en su mayoría desde Alemania, ocuparon las tierras cedidas por el gobierno chileno para desarrollar la región, echando a los antiguos pobladores de la zona, los mapuches. En principio se dedicaron a la ganadería y agricultura, pero con los años ocuparon todos los sectores y muchos se enriquecieron en el país. El museo cuenta sus historias y reproduce diferntes viviendas, de ricos y pobres, un molino de agua y un recinto con herramientas de labranza.

Antes de irnos, atendemos a las recomendaciones que nos hicieron en la Oficina de Turismo en Madrid y comemos kuchen, un dulce típico alemán que los colonos popularizaron. Muy rico y muy dulce, al menos en las variantes de frutos del bosque, manzana y plátano que probamos.

El último pueblo que visitaremos es Puerto Octay, parecido a los anteriores, aunque sólo Frutillar conserva la belleza de lo que fue, las casas están perfectas, demasiado, diría. En Puerto Octay hay casas que demuestran el paso de los años, la madera necesita de más mantenimiento que otros materiales, y parece que sólo las que se convirtieron en negocios se conservan bien. Nos asomamos a una que ahora es un hotel, parece que estamos en el lejano oeste.

Después de este largo día, nos volvemos a Puerto Varas para pasear un poco junto al lago y por sus también famosas casas de colonos. Cenamos un plato de jugosa ropa vieja en un restaurante cubano y sin más que ver, nos volvemos al hotel. Mañana tendremos que salir pronto hacia Peulla, mejor retirarse. Nos vamos a la cama con el deseo de que el Osorno amanezca para nosotros y poder disfrutar de su visión.